Gabinete Akro - Psicología Infantil y Adolescente

TRASTORNOS DE CONDUCTA

Las conductas agresivas, de oposición, desobedientes o desafiantes se encuentran cada vez más a menudo en la población infanto-juvenil. Muchas veces como parte de un desarrollo evolutivo "normal", pero otras no es así. De forma que es cada vez más habitual encontrar este motivo de consulta en nuestro centro.

Establecer los límites en donde se debe acudir al profesional es difícil de concretar. Las pistas nos las tiene que dar la frecuencia, magnitud y perseverancia en el tiempo de la conducta en cuestión en función de la edad del niño. y lo incapacitante o difícil de convivir en esta situación.

Una vez en consulta  el psicólogo  deberá trabajar directamente con el niño en tareas de evaluación e intervención como parte del tratamiento.

Desde los primeros meses de vida pueden observarse en algunos casos, conductas que a la larga se podrían convertir en trastornos del comportamiento. Concretamente:

- Manifestaciones o signos 6 a 12 meses: Algunos autores afirman que pueden aparecer ya algunas conductas parecidas a la agresión.

- 12 a 18 meses Pueden establecerse conductas de empujar o golpear para obtener algo.

- 18 a 24 meses Se empiezan a observar ya conductas que pueden ser clasificadas de hostiles o agresivas hacia otros.

- 30 a 36 meses Se reducen las conductas agresivas que tienen como finalidad obtener alguna cosa y en su lugar empieza a aparecer la agresividad verbal y las amenazas.

- 36 a 48 meses Repertorio de conductas obstinadas e intransigentes.

- 5 a 6 años Problemas de atención. Crueldad con los animales, comportamientos de oposición, mentiras, pequeños hurtos, etc...

Existen evidencias que los trastornos de conducta severos que presentan los preescolares sitúan a estos niños en un alto riesgo de presentar trastornos de conducta en edad escolar, adolescencia y edad adulta. Lo cual indica la importancia de una detección e intervención precoz.

Según estudios epidemiológicos, la prevalencia de trastornos de conducta severos (clínicos) en la etapa preescolar se sitúa alrededor del 4 al 9% de la población.

Estos se manifiestan con conductas como:

-Trasgresión de las normas sociales.

-Agresividad.

-Impulsividad.

-Ausencia de sensibilidad a los sentimientos de los otros.

-Carácter manipulador.

-Permanencia en el tiempo de las conductas.

-Falta de respuesta a los premios y el castigo.

-Carácter inapropiado para su edad.

Vemos peor pronóstico cuando:

- El comienzo de los T.C. es a corta edad.

-Variedad, frecuencia y amplitud de los síntomas

-Ausencia de pautas educativas en la familia.

-Nivel socio-cultural desfavorecido.

-Presencia de violencia y maltratos en el entorno próximo.

-Historia de conducta delictiva en la familia.

Los Trastornos de conducta no son una entidad simple, sino el resultado de la interacción de diferentes tipos de vulnerabilidad psicobiológica y de muchos tipos diferentes de estresores ambientales.

-Desde la bioquímica se señala el problema de la autorregulación del sistema nervioso autónomo y, problemas del metabolismo de las sustancias noradrenergicas, que estarían implicadas en la manifestación de agresividad. Aún no verificado del todo, algunos investigadores apuntan a la presencia de un nivel más elevado de testosterona en los sujetos con T.C. lo que les predispondría a episodios disruptivos con mayor facilidad.

-Los factores ambientales son igualmente importantes. Los abusos y el maltrato se apuntan como factores de alto riesgo para la génesis de los T.C. Las carencias afectivas severas en la infancia apuntan hacia el mismo sentido.

- Finalmente señalar la influencia de los modelos inadecuados (padres delincuentes, maltratadores, alcohólicos, etc).

Con los niños que presentan T.C. la conversación no es fácil ni por parte de los padres, de maestros o incluso el terapeuta. Están acostumbrados a que sus intercambios verbales se realicen de una forma conflictiva, de oposición a los interlocutores.

En el proceso de escolarización de estos alumnos suele producirse aquello que Tanen (1994; 2004) define como "ritualización del conflicto". Ello hace referencia a que se da una cierta cristalización de las representaciones, actitudes y presuposiciones que cada uno de los interlocutores tiene sobre el otro (niños T.C./Profesores, educadores, padres).

Las propias posiciones subjetivas (los respectivos marcos de referencia personal y situacional), de los participantes los empuja hacia la confrontación. Las representaciones que tienen de sí mismos y del otro llevan a cada uno de los interlocutores a definir e interpretar la situación sobre la base de sus propias sospechas y perjuicios, percibiendo que atentan a su imagen y sentimientos.

En definitiva se obstaculiza el establecimiento de bases contextuales comunes y, en consecuencia, se imposibilita la construcción de un marco de referencia compartido por las dos partes.

Al hablar con un niño con T.C. siempre deberemos tener presente este substrato subjetivo, pues, los participantes al hablar, se comportan de acuerdo con sus interpretaciones, conocimientos y sentimientos vitales que constituyen sus marcos de referencia personal.

-Suele ser frecuente que nos encontremos con niños o niñas que no respeten una mínima estructura de participación.

- Voces superpuestas entre los interlocutores, interrupciones, bloqueos y rupturas que se manifiestan de muchas maneras (negativa a hablar en un primer momento, tonos de voz elevados hasta llegar a chillar, silencios.....).

De esta forma se crea y se consolida un contexto de conflicto, hipotecando cualquier posibilidad de generar acuerdos y elementos compartidos. Por tanto se cierra la oportunidad a la confianza mutua.

Así pues, el reto principal para padres, educadores o maestros será encontrar las formas y los medios mediante los cuales podamos transformar este contexto de conflicto, donde imperan los puntos de referencia de cada una de las partes, por un contexto mental donde la experiencia común sirve de base para establecer un sistema de interpretación e interacción más compartido.

ALGUNAS TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN Independientemente de la utilización de la palabra para intentar llegar a soluciones en las manifestaciones conductuales disruptivas y dependiendo siempre, del tipo, frecuencia y magnitud de la misma, se deberá establecer un plan de intervención concreto, determinando los pasos a seguir. En los casos que el uso de la palabra está limitada o es imposible (retraso mental o cuadros asociados a síndromes genéticos que cursan con déficits cognitivos severos), la intervención será básicamente a nivel de modificación de conducta.

Antes de proceder a la intervención se deberá haber concretado los siguientes puntos:

1º-Cual es la conducta o conductas que deben modificarse (lo que hace y cómo).

2º- Historia de la conducta disruptiva (cuando surgió, cuando se produce, duración....)

3º-Análisis Funcional. Conjunto de variables que intervienen en la emisión y/o mantenimiento de la conducta (antecedentes-consecuencias).

4º-Seleccionar metas para el tratamiento (metas generales, específicas, a corto, medio y largo plazo).

5º-Evaluar la motivación hacia el "cambio" no tan solo del niño sino también de la familia. Sus expectativas, nivel de colaboración, habilidades y recursos personales, etc...Hay que establecer sistemas de comunicación más eficaces entre las partes, evitando las interacciones coercitivas.

6º-Escoger de inicio las técnicas más simples, con alta probabilidad de eficacia, pero adaptados al funcionamiento de la familia.

7º-Plantear a la familia una explicación razonada en base a la evaluación efectuada y los principios del aprendizaje implicados en la conducta disruptiva.

8º-Establecer reuniones periódicas supervisadas por el terapeuta para analizar los cambios y la evolución del problema.

Los Tc tienen solución con una adfecuada intervención por parte de los principales contextos socializadores y de influencia del niño; familia, colegio, iguaales y una adecuada intervención terapeútica.