Gabinete Akro - Psicología Infantil y Adolescente

EL TDAH UN TRASTORNO DIAGNOSTICADO DEMASIADO A LA LIGERA

                             Desde hace unos 10 años observamos desde nuestro centro, el gabinete de psicología akro; como el diagnóstico del TDAH se ha realizado sin la menor consideración científica y ni mucho menos emocional. Simplemente atendiendo a una lista de síntomas que enumera un manual diagnóstico y que si todos hiciéramos un balance vital observaríamos que hemos presentado en algún momento de nuestra vida; como respuesta a un acontecimiento, momento vital difícil o simplemente una adaptación a un cambio.

                            Para nosotros es muy común observar niños de familias no muy estructuradas, más o menos caóticas en el quehacer diario, sin capacidad educacional en cuanto al límite o a la expresión emocional, en procesos de separación, adaptándose a nuevas situaciones más o menos complejas generadoras de estrés etc… Estas familias acuden a consulta exponiendo que su hijo “se ha vuelto hiperactivo” o “es nervioso como su padre” o incluso con un P10, documento del pediatra, acreditando que su hijo padece el trastorno. Niños adoptados en pleno proceso de adaptación que incluso han cambiado de idioma y conductualmente están respondiendo a través de su cuerpo a esta situación estresante. A todos ellos o gran parte ya algún profesor, pediatra o vecino ha diagnosticado del TDAH.

                           Lo peor del tema es que en muchos casos, cada vez más son diagnosticados etiquetándolos y lo peor medicados para paliar un síntoma que presentan como respuesta a unas situaciones adversas o una respuesta fisiológica a una vida y unos condicionantes vitales emocionales que no son capaces de encajar o integrar.

                          A pesar de que ya Leon Eisenberg, el psiquiatra que “descubrió” el TDAH, explicó siete meses antes de morir, cuando contaba ya con 87 años, que “el TDAH es un ejemplo de enfermedad ficticia, esto no ha calado en nuestra sociedad que sigue medicamentando y etiquetando niños con TDAH consiguiendo estigmatizar y señalar.

                        El catedrático Marino Pérez, autor de «Volviendo a la normalidad», asegura que no hay biomarcador cerebral que justifique el Trastorno por Déficit de Atención e hiperactividad. «Hay una patologización de problemas normales de la infancia», denuncia Marino. «No existe. El TDAH es un diagnóstico que carece de entidad clínica, y la medicación, lejos de ser propiamente un tratamiento es, en realidad, un dopaje». Esta es la sentencia de Marino Pérez, especialista en Psicología Clínica y catedrático de Psicopatología y Técnicas de Intervención en la Universidad de Oviedo, además de coautor, junto a Fernando García de Vinuesa y Héctor González Pardo de «Volviendo a la normalidad». Lo que sí que existe, y es a su juicio muy preocupante, es el fenómeno de la «patologización de problemas normales de la infancia, convertidos en supuestos diagnósticos a medicar».

                       En el gabinete de psicología akro pensamos que El TDAH es un diagnóstico que carece de entidad clínica, ya que no se establece sobre criterios objetivos que permitan diferenciar el comportamiento normal del supuestamente patológico, sino que se basa en apreciaciones subjetivas de padres, profesores o profesionales del tipo de si «a menudo» el niño se distrae y se mueve mucho.

                         Por otro lado, no existe ninguna condición neurobiológica ni genética identificada, y sí muchas familias donde no se asume que la educación de los niños es más difícil de lo que se pensaba. Familias sin establecimiento de límites algunas veces y donde el tiempo (debido a nuestro estilo actual de vida) es un condicionante que juega en contra de la educación. Niños sobre estimulados con la tecnología desde muy pequeños a los que la atención se le diversifica excesivamente en una sociedad consumista, materialista y que escasea de valores.

                      Explica Marino Pérez, que no existen pruebas clínicas ni de neuroimagen (como TC, RM, PET, etc) ni neurofisiológicas (EEG, ERP) o test psicológicos que de forma específica sirvan para el diagnóstico, no hay ningún biomarcador que distinga a los niños TDAH. No se niega que tengan problemas, pero son niños, que tienen curiosidad y quieren atender a lo que sea, moverse... A sentarse es algo que hay que aprender. No existe ninguna alteración en el cerebro. A veces se habla de que existen diferencias cerebrales; si bien el cerebro es plástico y puede variar su estructura y su funcionamiento dependiendo de las exigencias y condiciones de vida.

                     Pero algunos padres se agarran o podrían estar interesados en encontrar una diferencia cerebral en los niños que les justifique o exima de responsabilidad en lo que le pasa al niño. Tampoco hay evidencia que demuestre que los niveles cerebrales de dopamina o noradrelina sean anormales en niños con este diagnóstico. Muy a menudo los defensores del TDAH mantienen la idea de las diferencias cerebrales, a pesar de que no hay evidencia, por un conflicto de intereses que les lleva a sesgar la información por el lado de lo que desean que hubiera en base a los intereses de hacer pasar el trastorno como si fuera una enfermedad que hubiera que medicar.

                    El interés de los laboratorios farmacológicos es obvio en este punto. La utilidad de la medicación, hasta donde lo es, no se debe a que esté corrigiendo supuestos desequilibrios neuroquímicos causantes del problema, como se da a entender, sino a que el propio efecto psicoactivo de la droga estimulante puede aumentar la atención o concentración, como también lo hacen el café o las bebidas tipo Red Bull. La medicación para el TDAH no es, en rigor, un tratamiento específico, sino un dopaje: es la administración de fármacos o sustancias estimulantes para potenciar artificialmente el rendimiento. En cuanto a la salud, estas anfetaminas lo que producen es un efecto inmediato (si es continuado) de aumento de la presión sanguínea y cardiaca, que les puede llevar a tener a la larga más riesgos cardiovasculares. Tampoco les debería sorprender su efecto sobre el retraso del crecimiento.

                   La cuestión es saber que pasa tras años de medicación. El tratamiento adecuado sería una función parental más directa y dedicada a sus hijos y un sistema educativo que acompañara en esta hazaña. Lo difícil hoy en día es que los padres puedan tener una atención más continuada y sosegada con los niños. Pero la atención y la actividad se pueden aprender, y mejorar. Hay estudios hechos y publicados en la versión americana de Mente y Cerebro con niños pequeños abocados o candidatos a recibir el diagnóstico. Se les enseñaba a los padres a realizar diversas tareas con esos pequeños, con el objeto de educar la atención y su impulsividad. Y se ha comprobado que con estas actividades consistentes en juegos donde uno tiene que esperar a responder cuando se le pide algo, se ha logrado que los niños mejoren y controlen la impulsividad o los comportamientos que les abocaba al TDAH.

                 A los padres de niños diagnosticados con TDAH les aconsejamos desde nuestro centro, el gabinete de psicología akro, sobre todo, que no acepten guías cuyos autores y asesores tengan conflictos de intereses con las industrias farmacéuticas. Que busquen guías independientes que cuenten la verdad de lo que se sabe del TDAH y de las implicaciones que tiene la medicación. En España el Boletín de Información Farmacoterapéutica de Navarra ha editado una que se titula Atentos al Déficit de Atención (TDAH) entre la naturaleza incierta y la prescripción hiperactiva. Es una guía que puede ser muy útil para que los padres sepan a qué atenerse o que esperar de los fármacos. Y que ellos decidan.

 

 

Algunos contenidos extraídos de: http://www.abc.es/familia-padres-hijos/20141020/abci-trastorno-deficit-a...