Gabinete Akro - Psicología Infantil y Adolescente

EL NIÑO ADOPTADO Y LA FAMILIA ADOPTIVA

“Las flores que florecen de la adversidad son sin dudas las más bellas”

               En nuestro centro llevamos años de experiencia en el trabajo de niños adoptados. Hemos aprendido de ellos esa palabra tan hermosa que hoy esta tan de moda; la resiliencia. Hemos aprendido a ver florecer en las condiciones más adversas las flores más bellas. Hemos aprendido a ver la otra cara de la moneda de la adopción.

                 Esta la cara más hermosa y socialmente más comentada y es esa de que estos niños tienen la fortuna de ser recibidos por familias acogedoras con una alta motivación por tener hijos y que suelen disponer de los recursos afectivos y económicos para atenderlos. También está esa otra parte menos conocida y es que frecuentemente, no disponen los padres adoptivos de información concreta acerca de los síntomas y comportamientos que son habituales en estos niños y la forma de ayudarlos.

                Cada niño llega con su propia historia y vivencias personales; eso que en adopción llamamos “la mochila”. Una mochila que choca a veces con la propia mochila de sus padres. Según la edad de adopción, puede haber pasado por diversas instituciones, familias de acogida, etc. Todo ello suele suponer a edades tempranas la imposibilidad de establecer una vinculación adecuada y, por tanto, son susceptibles de presentar ciertas características emocionales y del comportamiento que hay que conocer y trabajar.

                Al igual que sucede con la mayoría de los niños, cualquier hijo adoptado presenta una serie de características cognitivas, intelectuales y emocionales que son consecuencia directa de una serie de factores tantos internos como externos, algunos de ellos fuera de nuestro control. Otros perfectamente conocidos y controlables.

                    En general podemos afirmar que su forma de adaptarse, desarrollarse y actuar frente al entorno familiar y social viene determinada por los siguientes factores: - La propia historia previa a la adopción. - Factores genéticos. - Posibles dificultades en el embarazo. - Posibles dificultades perinatales - Dificultades en la familia adoptante. - Capacidad de resiliencia parental. - Circunstancias personales y familiares etc…. Si hablamos de genética: esta suele ser una incógnita. Bien por falta de información real o muchas veces porque los organismos competentes y entidades colaboradoras no facilitan la información de los menores. Lo cual imposibilita a las familias para prepararse y tener en cuenta estos factores. Sus propias experiencias vitales previas estas van a determinar su apego o vínculo que será determinante en su evolución. Como se sabe los niños institucionalizados tienen más predisposición a tener estas dificultades.

                       Cuando se adopta un bebé hay una mayor posibilidad de restauración vincular y minimizar riesgos. Entre los 2 y 5 años el niño ya usa lenguaje y tiene un uso de memoria más activo por ello la restauración emocional comprenderá un trabajo más específico de sus padres. Es importante que éstos no intenten borrar su pasado, es importante integrarlo pues es parte de ellos y aprender juntos a construir un futuro. A medida que avanza la edad de adopción la carga vital puede dificultar el establecimiento de relaciones y puede ser necesario el seguimiento y acompañamiento de un profesional.

                         Otros factores importantes serán el estilo educativo de los padres y eso también va a estar relacionado con el propio apego y estilo educativo que recibió el padre ( el autorreferencial) que a veces también necesita o requiere ayuda terapéutica. La resiliencia tanto en padre como en niños se hace fundamental para el éxito de la adopción. Con ella nos referimos a esa capacidad no solo de superar las dificultades iniciales o que surjan en la relación pade-hijos sino además salir fortalecido de ellas y transformarnos todos en algo mejor. Pensando que no solo somos nosotros los que tenemos que enseñar algo a nuestros hijos sino que ellos son nuestros maestros en la vida. Generadores de los más profundos cambios en nosotros mismos. Entre todos obramos transformaciones en mariposas.

                  Podemos encontrar entre otras manifestaciones:

       - malos hábitos adquiridos (higiene, comer, dormir, etc.) que se deberán corregir progresivamente.

       - Inseguridad, miedos. Temor a otras personas. Rechazo a algún miembro de la familia.

       - Evita hablar de su procedencia. Si es de otro país puede que rechace objetos u personas que le recuerden su origen.

    - Necesidad de estar constantemente con los padres adoptivos. Conductas para llamar la atención de los padres (aunque sea para que lo riñan). Es frecuente que estos niños pongan a prueba constantemente a sus padres en un juego sutil que puede adaptar desde la forma de muestras de afecto incondicional a una trasgresión de los límites.

    - Dificultades para integrarse a entornos institucionalizados (escuela, etc.). - Pesadillas y Terrores nocturnos acompañados ocasionalmente de gritos. Despertar frecuente con llamada a los padres.

     - En algunos niños pueden producirse episodios de enuresis y encopresis.

     - A nivel conductual es muy frecuente la hiperactividad, impulsividad y déficit atencional. Pueden surgir, puntualmente, conductas agresivas dirigidas contra otros o hacia él mismo (rabietas, gritos, mordiscos, etc.)

      - Baja tolerancia a la frustración y poca autoestima.

     - Necesidad de acaparar o coleccionar objetos.

   - Olvidos frecuentes, dudas ante ciertas situaciones. No saben exactamente qué se espera de ellos en determinadas situaciones sociales.

   - En niños adoptados con 2 o más años de edad aproximadamente, y que no recibieron suficiente atención afectiva pueden aparecer estereotipias, balanceos, irritabilidad.

 

       Los trastornos más comúnmente asociados pueden ser los siguientes.

Trastornos de vinculación La falta de vinculación temprana, tal como se ha explicado, determina una falta de seguridad emocional. Esto puede traducirse, según el caso, en una forma de afectividad exagerada, indiscriminada, expresada hacia cualquier persona pero sin conciencia del peligro que puede suponer. En su otra vertiente se manifiesta con una respuesta afectiva pasiva, depresiva, incapaz por establecer vínculos adecuados con las personas de referencia. Al mismo tiempo pueden aparecer conductas agresivas.

Problemas de aprendizaje Algunos de estos niños no han recibido una estimulación adecuada en etapas críticas para el aprendizaje. Ello determina que su capacidad de aprendizaje puede haberse visto limitada. En este colectivo es frecuente el retraso en la adquisición del lenguaje y problemas en la lectoescritura.

Trastornos de la conducta Está muy de moda mal diagnosticarlos de TDAH (Hiperactividad, Déficit atencional, Impulsividad). Evidentemente, en estos casos, los síntomas no estarían tan vinculados a un perfil neurológico sino que obedecerían a causas básicamente de tipo emocional y reactivo, si bien, pueden darse componentes de ambas partes lo que acentuaría el problema. Sus cuerpos responden al estado de sus mentes y emociones.

También podemos encontrarnos con conductas desobedientes, desafiantes y/o agresivas.

           Es importante saber orientar a los padres ante estas conductas. Muchas de las conductas del niño debemos entenderlas en clave emocional. Por tanto su corrección no sólo pasa por modificar las conductas externas que se manifiestan sino también trabajar su origen de base emocional. El niño y la familia necesitarán un tiempo para adaptarse mutuamente. Los contratiempos y dificultades forman parte de un proceso natural que irá mejorando si conocemos las características de estos niños y la forma de actuar. Debemos ser claros en el establecimiento de los límites y en el cumplimiento de los castigos cuando los establecemos; sabiendo que son muy poco efectivos con ellos, pero, del mismo modo, sabremos dar un soporte afectivo real dedicándoles el tiempo necesario. Ante conductas disruptivas (rabietas, desobediencia, etc.) podemos aplicar los métodos tradicionales de modificación de conducta como el tiempo fuera o el coste de la respuesta (retirada de algún privilegio: jugar a la Play, ver tv. etc.). No obstante, es importante tener en cuenta algunos detalles.

      - Ante episodios disruptivos, no alzar la voz, no mostrarse excesivamente nervioso lo que podría suponer un empeoramiento de las cosas. Tampoco intente razonar nada con el niño en ese momento. Limítese a retirar al niño del escenario (cuando sea posible) o retírense los padres dejándolo temporalmente sólo; nunca excederse en este tiempo de soledad. Unos dos minutos van bien para reflexionar.

     - Hágale saber que está decepcionado con su comportamiento (no con él) y que eso pone triste a los padres. De lo que se trata es de marcar una distancia física y emocional de forma momentánea con el niño. La idea es que si lo que quiere es llamar nuestra atención o ponernos a prueba no lo va a conseguir por estos medios y deberá corregirlos. El niño irá aprendiendo e interiorizando estos patrones aunque puede llevarle algún tiempo. Muchas de estas conductas obedecen a mecanismos inconscientes y fuera del control voluntario del niño.

   - Los razonamientos con nuestros hijos acerca de sus emociones y conductas deben siempre hacerse en frío, en momentos tranquilos. Con los más pequeños nos ayudarán cuentos que escenifiquen situaciones parecidas a las que intentamos controlar.

 

           Muchas veces todo lo que exponemos no es fácil, para ninguno. Ni padres ni hijos. No basta con saber controlar la conducta, hay que establecer las medidas adecuadas para potenciar la vinculación afectiva dentro de la familia. Este establecimiento del vínculo que mejora poco a poco las conductas externalizantes puede suponer años e incluso ser un trabajo de toda la vida. La restauración del daño y reparación del trauma es muchas veces una tarea consistente, ardua y duradera que requiere de labor terapéutica y de una labor de padres muy conocedores de las dificultades de niños adoptados y trabajados como “padres terapeutas” además de trabajarse personalmente todas nuestras “sombras o zonas desconocidas de nuestros propios traumas” porque van a salir a la luz en la relación con un niño con daño emocional por abandono.

        Es muy importante trabajar vínculo. Siempre supone establecer unos canales comunicativos eficaces. En este sentido es importante:

Saber escuchar: Tomar con seriedad cada pregunta y ofrecerle una respuesta clara y entendible a su edad. Podemos ayudarnos de ejemplos con personas o situaciones que el niño conoce y le resultan familiares. Con nosotros mismos incluso.

Aprender a expresar emociones y sentimientos: Es muy importante fomentar la expresión y comunicación de emociones. A medida que el niño es capaz de verbalizar sus sentimientos reduciremos miedos, aumentaremos su autoestima y disminuirán las conductas desadaptadas.

Ponernos en su lugar: la empatía es fundamental. Es muy probable que no seamos adoptados pero podemos intentar recordar, re experimentar perdidas en nuestras vidas para poder imaginar cómo se sienten. Y estas multiplicarlas a veces por 1000….

Decir la verdad. Explicar su origen: En niños adoptados con solo meses de vida es fácil pensar que no tendrán recuerdos del pasado; pero si bien existe un recuerdo emocional que no va quizás asociado a imágenes o palabras pero que está en su “piel” emocionalmente hablando y sienten. Veremos que a partir de los tres años y dependiendo del grado de madurez del niño, es posible que empiece a hacer preguntas; sería lo positivo además. Debemos evitar el riesgo que le llegue información por otras vías, en especial, justo cuando comience a ir al colegio y, por tanto, deberemos explicarle su origen. Esto debe hacerse progresivamente, con mucha naturalidad, con la información y lenguaje apropiado a su edad.

Es muy importante transmitirle que él siempre fue muy deseado y aunque creció en otra tripa, sus papas actuales ya lo estaban esperando para ser todos felices. Cuando son pequeños, pero nunca minimizar o apartar el dolor que puede sentir por ello. Validar su emoción al respecto que puede ser dolorosa y no positiva y a partir de ahí ayudar a seguir adelante desde una nueva perspectiva optimista. Para los niños provenientes de otras culturas o países, es necesario ir trabajando un recuerdo positivo del mismo, valida e introducir en nuestra familia un concepto muy positivo de la diferencia. Se trata de integrar su pasado con respeto a sus orígenes y su presente. Esto puede ayudarle a formar una personalidad más estable y segura. Con una mayor aceptación de quien es que incluye siempre quien fue y el deseo de ser alguien feliz en el futuro.

                      En nuestro centro, Gabinete de psicología infantil Akro tenemos años de experiencia en este terreno, formación específica que ofrecemos a través de nuestra labor diagnóstica, terapéutica, cursos de formación o talleres para padres y talleres para fomentar habilidades sociales, autoconocimiento e integración del ser adoptado para niños y adolescentes. No duden en contactar con nosotros para pedir información sin compromiso.